Caminaron un largo trecho
hasta que llegaron a una cabaña de piedra que se hallaba entre un
gigantesco sauce llorón y varias torres semiderruidas. Henry abrió
la puerta de ésta y entró en un imponente salón parecido al de
Carolina, la única diferencia era que al fondo había una puerta que
daba a un invernadero repleto de plantas increíblemente verdes y
otra que estaba cerrada con varios pestillos. Henry se sentó en un
sillón que se encontraba al lado de la chimenea y soltó su bastón.
-Podéis sentaros
tranquilamente, necesito descansar ya no estoy en condiciones de
subir y bajar esa pendiente como antes.
-¿Cuándo comenzamos con
las clases Henry?-le preguntó Anael.
-No seas impaciente, la
impaciencia no es buena amiga de la magia, para ser un buen mago
tienes que ser paciente.
-Henry, ¿le importaría
si echase un vistazo en su invernadero?, me gustan mucho las plantas,
de hecho de mayor me gustaría ser botánica.
-Por supuesto, pero ten
cuidado hay algunas que pueden llegar a morderte.
-Espera voy
contigo,-añadió Anael- porque si no me voy a aburrir como una ostra
y seguramente acabe con la paciencia del pobre Henry.
-¿Sabe si mi tío Setmon
está en la torre?, me gustaría poder empezar con las
clases-preguntó Spooch a Henry.
-Ve a comprobarlo si
quieres Spooch, yo no te impido nada.
-Gracias-dijo Spooch yendo
a la puerta para dirigirse a la torre.
-Bueno Tatani, sólo
quedamos tú y yo ¿no te apetece irte a algún lado a ti también?
-No, no se preocupe yo soy
paciente y poco curiosa, esperare acá hasta que usted decida empezar
con las clases.
-Eso está muy bien.
Hubo varios minutos de
silencio, Henry meditaba y Tatani danzaba silenciosa sobre la mesa
trazando pequeños círculos, mientras su polvo mágico caía
suavemente sobre lo que en ésta había lo que hacía que flotara.
-Muy interesante su
invernadero Henry, pero por lo que veo Anael no le escuchó con
atención y varias de sus plantas le atacaron-dijo Berta aguantándose
una risita, mientras a su espalda apareció Anael con varias heridas.
-Yo no le veo la gracia
Berta.
-Si tú lo dices, deberías
de haberle visto allá dentro Tatani, se acercó a unas plantas que
parecían que nos miraban, fue a tocarlas y cuando nos dimos cuenta
se le abalanzaron para morderle.-dijo soltando una risita.
-Anda Anael ven a que te
cure esas heridas-le dijo Henry a éste mientras cogía su bastón y
se levantaba del sillón.
-¿No me puedes ir
enseñando tu algo Tatani? Se supone que tú haces magia.
-Sí, pero mi magia no es
exactamente igual que la que vais a aprender vosotros.
-¿Cuál es la
diferencia?, ¿que nosotros necesitamos varitas para usarla y tu no?
-Esa es una pero no, la
diferencia es que la magia de las hadas es muchísimo más poderosa
que la vuestra, hay hadas como mi bisabuela que solamente con pensar
o mirar lo que quiere hechizar ya tiene suficiente para hacerlo.
-Vale, entonces dejémoslo,
esperare a que Henry decida empezar con las clases.
-Sera lo mejor.
Henry, se sacó un juego
de llaves que tenía escondido en un compartimento secreto que tenía
su bastón y abrió uno a uno los pestillos de la puerta, la
atravesaron y Anael observó que estaba en un laboratorio en el cual
el fauno hacía e investigaba pociones; las había de todos los
colores ,tamaños y formas, de hecho Henry cogió un ungüento morado
que se encontraba cerca del mechero que prendía bajo un Erlenmeyer
que contenía un líquido amarillento que hervía y desprendía un
olor repugnante; ordenó a Anael que se sentara en un sillón que se
encontraba bajo la ventana y él se sentó en un pequeño taburete
frente a él para extenderle el ungüento sobre las heridas que tenía
en la cara, hombros, brazos y manos.
-Esto te va a escocer
bastante-dijo Henry a Anael mientras empezaba a extenderle el
ungüento.
-Pare, pare déjelo mejor
que se curen solas-se quejó Anael retirándose de Henry con cara de
dolor.
-De eso nada, si no te
curo rápido el veneno de la planta empezara a hacer efecto y
empezarás a sentirte mareado y tendrás nauseas y dime ¿quieres
eso? ¿Quieres enfermarte? ¿Verdad que no? entonces tendrás que
aguantar el dolor, esto no te hubiera pasado si te hubieras mantenido
alejado de ellas ya os avise de que alguna os podía morder.
-Tiene razón, lo siento
mucho, pero es que yo nunca he soportado muy bien el dolor y me
escondo cada vez que me hago una herida y mi madre me la tiene que
curar.
-Lo siento mucho pero
tendrás que ser valiente y aguantar por mucho que te escueza, así
que estate quieto cuanto más tiempo pase peor te sentirás, pues el
veneno empezara a hacer efecto.
Durante varios minutos,
Anael se retorció y chilló como un loco mientras el fauno le
extendía el ungüento, pero poco a poco fue sintiendo como varias
partes del cuerpo dejaban de dolerle y se fue calmando. Cuando Henry
acabó de extendérselo le pidió que se acostara durante varios
minutos en un colchón que se hallaba frente una de las mesas que
tenía encima varios libros, Henry le pasó uno y se dirigió a la
puerta para dirigirse al salón pidiéndole con anterioridad que no
tocara absolutamente nada de lo que había en ese cuarto.
-Me parece, que por culpa
de este percance no podremos empezar hoy con las clases, lo mejor
será que os marchéis y descanséis.
-¿Y Anael? No podemos
marcharnos sin él.-dijo Berta.
-No te preocupes por él
ahora, está guardando reposo para que la medicina que le di le haga
efecto, haré que Fred lo lleve hasta la cabaña de tu abuela…mejor
dicho tu cabaña, ahora es toda tuya.
-¿Y Spooch?
-Como tarda en volver
quiere decir que está dando clases con su tío, no te preocupes él
se marchará a casa con su madre en cuanto acabe.
-Bueno, entonces mañana
estaremos aquí a las ocho como usted dijo, el único problema es que
yo sin despertador no soy capaz de levantarme-dijo Berta.
-No te preocupes, yo me
despierto en cuanto sale el sol-le dijo Tatani- yo te despertare
después de arreglarme.
-Pues asunto arreglado te
despertará ella, ahora id a comed algo y descansad.-les dijo el
fauno.
-Ese es otro problema,
creo que en la cabaña no hay nada de comer, no, ¿Tatani?
-Pues si te encantan las
cerezas y las peras llenas de moho estas de suerte, pues eso es lo
único que yo he visto en la cocina de tu abuela.
-Espera un momento aquí
entonces-dijo Henry dirigiéndose a una puerta de la derecha, de la
cual salió enseguida con una cesta que contenía huevos, salchichas,
queso, leche, manzanas y pan- toma es todo lo que te puedo dar por
el momento más adelante te las tendrás que apañar tu sola, no voy
a estar constantemente cuidándote.
-Muchísimas gracias,
ahora sólo espero que las sartenes no estén oxidadas.
-No te preocupes, nada de
ésa cocina es de metal-dijo Tatani.
-Bueno, pues hasta mañana
entonces Henry ha sido un placer conocerle.
-El placer es mío
jovencita.
Tatani y Berta,
rehicieron el camino que habían hecho con posteridad para dirigirse
a la cabaña, ésta vez los que por allí habían no se escondían,
si no todo lo contrario, se ofrecía a ir con ellas hasta su destino;
parecía como si el miedo que sentían hacia Berta se hubiera
esfumado y ahora la animaban diciéndole que sería capaz de hacer lo
que la profecía decía que pasaría.
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